9 ene 2014

Leer, el mejor verano


(Publicado en Perfil Domingo, 29.12.2013, www.perfil.com)
Vacaciones, tiempo de libros. A pesar de los dispositivos que permiten, incluso, leer bajo el sol, nada puede competir con un ejemplar de tapas lustrosas y páginas que invitan a sumergirse en ellas. Aquí, desde historias desconocidas de la Primera Guerra Mundial a una Argentina mágica, mentes brillantes, el genio de Spinetta, secretos de líderes mundiales y 30 años de democracia.
Juan Carlos Diez / Conversaciones con Spinetta
Conversar con Luis Alberto
Hay temas recurrentes en tus canciones?
Hay una serie de obsesiones. El sol, los andenes, las esperas bajo la lluvia, típicos de la literatura pop. Hay otras cosas que las siento dentro de mí. Entonces no estoy en ningún lado; estoy acá. Hay otros momentos en los que soy una cámara que va viendo cosas.
¿Cómo es esa cámara?

A esta altura es como la cámara de una nave submarina. En el sentido de que se prepara para ver, estudia un montón de cosas antes de llegar a un lugar y usa todo un conocimiento previo. Creo que uno también es una cámara que filma muchas veces y que recoge imágenes en la profundidad.

¿Y qué cosas ves?
Veo rostros, diferentes rostros humanos. La cámara ve los rostros de la animalidad entre las figuras que surgen de los hombres. Los hombres somos de un patetismo tremendo frente a los animales depredadores. Hay algo que ellos tienen que es tan perfecto que el hombre cuando los observa pierde la autocrítica, porque no se da cuenta de que él también es un animal que siempre asesinó para comer. 

Quizá no haya algo más imponente en la naturaleza que observar a los animales haciendo el amor o cazando. No hay remordimiento en ellos, esa cosa podrida del hombre que vuelve sobre sus pasos para ver si le quedó dolor o alegría. En un principio el hombre cazaba y hacía de esto un ritual porque creía que se apoderaba del alma del animal al que se comía y así conservaba ese poder, lo que debe de haber sido cierto en algún momento. Después, cuando la cabeza se encargó de poner las cosas más en el lugar que tienen ahora, empezaron a surgir las diferencias y se perdió la magia, lo que de alguna manera equiparaba todas esas cosas disueltas con una armonía natural. A través de la mirada del hombre, el equilibrio ha dejado de ser mágico, ha transmutado. 

Ahora tenemos la magia de este Aiwa que no mide más que tu mano y está grabando con una fidelidad bárbara y no pesa nada. Pero, para lograr esto, hemos violado las leyes mágicas de todas las piedras que se horadaron para conseguir los materiales con los que se hace. También es una transmutación química. Pienso que es así. Por eso digo que, cuando uno observa los animales, observa la evidencia de una edad, que de alguna manera está intacta.

¿La tuya es una mirada clínica?
Lo último que es, es una mirada clínica. Porque la mirada clínica es la que uno tiene para conservar la estabilidad del mundo que nos rodea. No hay una visión clínica en los elefantes o las ballenas. En cambio, con nuestras cosas queremos saber y operar de alguna manera con una mente que corrija los defasajes y esa es una de las podredumbres que venimos heredando.

¿Cómo es, entonces, tu mirada?

Al intentar definirla te diría que es una mirada humilde y, agregaría, apasionada. Generalmente, nuestra mirada ve tanto que no le importa observar algo en particular, por eso es humilde. No le importa abarcar lo que ve, con verlo ya se llena, porque es mucho el mundo que nos espera para ver

Mario Markic / Misteriosa Argentina. Diario de Viaje
Travesías por paisajes que parecen imposibles
El Valle de la Luna fue una selva y hoy es un páramo. Así como lo veo es una ensoñación, la visión de un planeta que no es este, aunque bien podría parecer una pesadilla si uno tuviera que atravesarlo solo, de noche. 
Tengo a la vista un dramático ejemplo de supervivencia: arbustos enanos, secos, sin hojas. Pero por debajo tienen tentáculos desesperados de cinco metros de largo, o más, que buscan una miserable gota de humedad para sobrevivir.

Un extremista es el valle, al que también llaman Ischigualasto: aquí todo puede verse y tocarse, incluso lo que había sobre la superficie hace doscientos veinticinco millones de años –y estoy hablando de dinosaurios, por ejemplo−, porque el viento lo erosionó pero no se lo llevó. Miro y miro: la superficie selenita parece inacabable, y absolutamente impropia para la vida humana. Para el común de la gente el Valle de la Luna tiene puntos de contacto con lo fantástico a través de las llamativas formas que el viento y el agua tornearon con tenacidad de artistas a lo largo de siglos: así, uno ve un hongo, un hongo, un gusano, un tren, y cosas por el estilo El recorrido habilitado al turismo es de unos cuarenta kilómetros y empieza con una extraña formación que se llama El Gusano. 

Aquí empieza el lado oculto de lo real, que el perturbador paisaje ayuda a considerar verosímil. Te cuentan los colectores de leyendas que dos curas habrían robado siete cogotes de guanaco, que en los tiempos de la conquista se usaban como bolsas, cargados con oro de una iglesia de Salta. No sabemos el motivo del pecado, nada sabemos de sus nombres ni jerarquía, pero en su penosa huida hacia el sur, perseguidos por indios herejes y españoles muy cabreros, pasaron por aquí y dejaron su cargamento enterrado en algún lugar de La Montaña Morada, formación que domina la entrada al Valle de la Luna y que, con un poco de imaginación y a la contraluz del atardecer, reproduce el perfil de un indio dormido.

El caso es que el tesoro de La Montaña Morada jamás fue hallado, aunque los que creen en brujas, unicornios y tesoros ocultos llenaron de agujeros el cerro en vano.

Pero lo que sí es un tesoro es todo lo que esconden las entrañas del enigmático Valle Pintado, una depresión gigantesca, un pozo de fondo gris poblado de colinas con formas suaves y colores tenues: los caprichos de la naturaleza les dan un aspecto marmolado a las vetas, y la ausencia de vegetación terminó por dotarlo de características lunares. Es uno de esos lugares donde los turistas se sacan fotos y después, gracias al Photoshop, le agregan una banderita de su país al lado y la mandan a sus amigos con la leyenda: “¡Estuvimos en la Luna! Saludos, y cariños a los niños”. Nunca estuve en un lugar tan silencioso. El silencio es demoledor, mientras no empiece a correr el viento zonda, caliente, empecinado y brutal.

El lugar es un teatro que propone un viaje que nos remonta muy atrás en el tiempo, millones de años atrás en la historia del planeta Tierra. Digamos que se camina, literalmente, sobre restos de dinosaurios

Jared Diamond / El mundo hasta ayer
Relaciones de por vida
Puesto que las redes de relaciones sociales suelen ser más importantes y duraderas en la sociedad tradicional de Nueva Guinea que en las sociedades estatales de Occidente, las consecuencias de las disputas tienden a propagarse más allá de los participantes inmediatos en una medida que nos resulta difícil de comprender. 

A nosotros nos parece absurdo que los daños causados en el huerto de un miembro de un clan por un cerdo que pertenezca a un miembro de otro clan pueda desencadenar una guerra; para los montañeses de Nueva Guinea no es ninguna sorpresa.

Los papúes suelen conservar toda la vida las relaciones importantes que les vienen dadas por nacimiento. Esas relaciones ofrecen a cada papú el apoyo de muchas otras personas, pero también conllevan obligaciones hacia mucha otra gente. Por supuesto, los occidentales modernos también mantenemos relaciones duraderas, si bien adquirimos y abandonamos vínculos a lo largo de nuestra vida con mucha más frecuencia que los papúes, y vivimos en una sociedad que recompensa a los individuos que desean seguir adelante. 

De ahí que, en las disputas en Nueva Guinea, las partes que reciben o pagan una compensación no son solo los involucrados inmediatos, como los padres de Malo y Billy, sino también personas más distantes: los miembros del clan de Billy, de quienes se temían asesinatos por venganza; los compañeros de trabajo de Malo, que eran los posibles objetivos de las represalias y cuyo jefe pagó la compensación; y cualquier miembro de la numerosa familia o el clan de Malo, que habrían sido blanco de la venganza y una fuente de pagos de compensación si este no hubiese sido empleado de una empresa. 

Asimismo, si en Nueva Guinea una pareja se plantea el divorcio, se ven afectadas otras personas, que participan mucho más en las conversaciones relativas a la separación que en Occidente. Esas otras personas incluyen a los parientes del marido, que pagó la dote de la novia y ahora exigirá un reembolso; a los familiares de la esposa, que recibieron la dote y ahora afrontarán la petición de reembolso; y a ambos clanes, para quienes el matrimonio puede haber representado una importante alianza política y, por tanto, el divorcio supondría una amenaza para dicha unión. 

La otra cara de ese énfasis predominante en las relaciones por parte de las sociedades tradicionales es el interés más pronunciado en el individuo que muestran las sociedades estatales modernas, sobre todo Estados Unidos. No solo permitimos, sino que alentamos a los individuos a superarse, ganar y obtener ventajas a costa de los demás. 

En muchas de nuestras transacciones mercantiles aspiramos a maximizar nuestro beneficio sin importarnos los sentimientos de la persona que está sentada al otro lado de la mesa, a quien hemos logrado infl igir una pérdida. Incluso los juegos de niños en Estados Unidos suelen ser competiciones con ganadores y perdedores. Eso no ocurre en la sociedad tradicional de Nueva Guinea, donde esos juegos implican colaboración, y no una victoria o una derrota.

Santiago Farrell / Todo lo que necesitás saber sobre la Primera Guerra Mundial
Historias de la Gran Guerra 
El 28 de junio de 1914, el príncipe heredero austríaco, Francisco Fernando, caía asesinado en Sarajevo. Para Austria, la mano de los nacionalistas serbios era evidente detrás del crimen y Vienaa, luego de una serie de consultas con Alemania, lanzó a Serbia un ultimátum con exigencias imposibles de cumplir, que Winston Churchill calificó como “el documento de su tipo más insolente jamás escrito”. 

Desde la perspectiva de Austria, el asesinato le daba la posibilidad de lanzar una guerra limitada contra Serbia, cuyo nacionalismo estaba desequilibrando toda la población eslava del Imperio. Pero Serbia era aliada natural de Rusia, a la que la unía un tratado de defensa mutua, y desde ese momento el eje de las negociaciones diplomáticas fue evitar la guerra entre Austria y Serbia, por temor a que los mecanismos previstos por las diferentes alianzas europeas extendieran el conflicto a todo el continente (…). 

Los alemanes, preocupados por que no se percibiera su influencia sobre Austria-Hungría, presionaban a Viena para que diera una “lección” a Serbia y el 6 de julio el emperador Wilhelm aseguró a su par austríaco, Francisco José, en forma reservada, que contaría con todo su apoyo en caso de una crisis. Para muchos historiadores, este “cheque en blanco” es la primera prueba de que ya entonces Alemania veía inevitable una guerra con Rusia y con Francia, unidas por una alianza. 

El Alto Mando alemán consideraba a Rusia el gran obstáculo para una Alemania hegemónica en Europa y Francia nunca había superado la derrota en la guerra franco-prusiana de 1870, por la que había perdido los territorios de Alsacia y Lorena. Para Wilhelm, la clave era mantener la neutralidad de los británicos, que no libraban una batalla en el continente europeo desde Waterloo, en 1815, aunque desde 1839 se habían comprometido a defender la neutralidad de Bélgica. 

El más inquieto por la posibilidad de una guerra era el zar Nicolás, consciente de la inestable situación política de su país, donde crecía el fermento revolucionario. Sin embargo, era el desarrollo de la economía rusa lo que más preocupaba al Alto Mando alemán, que presionaba al káiser para ir a la guerra con Moscú, con el argumento de que dos años después Rusia sería un enemigo imposible de vencer. El 28 de julio, el káiser Wilhelm escribió en su diario personal que, luego de haber leído por primera vez el ultimátum austríaco y la respuesta serbia, no veía razones para una guerra. Pero ya era tarde. 

Apenas unas horas después y dando por supuesto el apoyo alemán en caso de que el conflicto se extendiera, Austria declaró la guerra a Serbia. Comenzó entonces una serie de movilizaciones de tropas austríacas, rusas, francesas, alemanas– que culminó con la declaración de guerra de Alemania a Rusia y a Francia, el 2 de agosto. Wilhelm ordenó la invasión de Bélgica para a través de su territorio llegar a Francia, tal como preveían los planes de guerra alemanes, confiado en que Londres no intervendría, pese a sus compromisos. Pero se equivocó. La Gran Guerra estaba en marcha

Hector Leis / Memorias en fuga. Una catarsis del pasado para sanar el presente
Revisión polémica de una década difícil
Dejé la prisión lleno de esperanzas, la Argentina era otro país. El retorno de Perón parecía inminente, las organizaciones armadas del peronismo parecían dar las cartas. Perón había recibido a los montoneros y a la JP en su casa y dado su apoyo para que continuaran la lucha hasta el fin. ¡“Para el enemigo, ni justicia”, les dijo! Antes acostumbraba recibir a uno que otro compañero o enviar cartas; esta vez el apoyo fue institucional y radical. 

Perón colocó a Galimberti, oficial montonero, dentro del Comando Estratégico del Movimiento Peronista. En noviembre de 1972 Perón volvió al país por primera vez desde su partida al exilio en 1955. Fue un retorno glorioso y triunfante. Hizo todo tipo de acuerdos para tranquilizar a los militares, los partidos políticos y la burguesía. Sus discursos eran tan políticamente correctos y actualizados que hasta la recién surgida causa ambiental estaba presente -la Primera Conferencia Internacional sobre Medio Ambiente había sido realizada en Estocolmo en junio de 1972, meses antes de la llegada de Perón a la Argentina.

Con un grupo de compañeros fui a su casa de la calle Gaspar Campos a esperar que saliera al balcón. Cuando apareció sentí una fuerte emoción, me escuché comentar a los que estaban a mi lado que el hombre era un genio, tal vez uno de los mayores líderes políticos de la humanidad. ¡Sentí en mi sangre que era peronista! Era la segunda vez que veía a Perón en persona. La primera había sido en julio de 1955, cuando inauguraron un busto de Evita en una escuela de Avellaneda. Los abanderados de todas las escuelas rodeábamos la estatua; él entró, descubrió el mármol, se sacó fotos y se retiró. Había ido con el uniforme de general, probablemente para demostrar que estaba dispuesto a luchar contra los militares que querían destituirlo, lo cual quedó en la intención… si la hubo. No lo critico por eso, no sé lo que hubiera sido peor. 

Lo cierto es que la mística de vencer o morir en el peronismo era por cuenta de la masa y los militantes. La mística de Mario Firmenich era la misma de Perón. Mis contactos con Perón son una buena metáfora de mi generación. La primera vez lo vi de niño y la segunda de adulto; en el medio inventé el personaje. La última vez lo vería de nuevo de uniforme, con tapones de algodón en la nariz, dentro de un cajón, en el Congreso. Había ido con la columna de Montoneros, que en vez de caminar con pasos de velorio avanzaba desfilando militarmente. Mujeres y niños, viejos y jóvenes desfilaban por igual: “Firmeees, de frente, mar, izquierda, derecha, un, dos, un, dos…”. 

Los setenta eran tan extraños que se podía ver a una mujer con un bebé en brazos imitando el paso militar, mientras lloraba por la muerte de su líder. Lo peor de todo es que nadie se quejó. En la Argentina todavía había un inconsciente militar tan fuerte que impedía la percepción del ridículo. 

Los montoneros enfrentaban a los militares al mismo tiempo que los imitaban. No tuve que esperar a la muerte de Perón para descubrirlo: igual que antes en la Fede, con la invitación para concurrir a la escuela de cuadros para leer Kuusinen, los montos me premiaron con una escuela de entrenamiento militar. Además de los dos instructores militares éramos alrededor de veinte compañeros. Estuvimos cuatro o cinco días confinados en una casa y fuimos un par de días a las dunas a practicar tiro y caminatas. Yo era uno de los pocos que habían hecho el servicio militar, y quizá por eso percibí rápidamente que casi no había diferencia entre ambos entrenamientos. Doy un ejemplo: en los ejercicios militares de largas caminatas los oficiales del Ejército nunca cargaban pesos, y con los instructores de los montos era lo mismo. Pregunté una vez si en nuestro entrenamiento los instructores no deberían dar el ejemplo, a diferencia de lo que había visto en el Ejército, y me respondieron que no, que el entrenamiento era el mismo que yo debía aprender a obedecer y punto.

Mariano Beldyk / Escandalgate. El lado oscuro y ridículo de los políticos
El lado ridículo de los poderosos del mundo
Cuando Estados Unidos escalaba hacia el pico de su última crisis económica para la segunda mitad de 2009 y el desempleo ya había cruzado la neurótica línea de los dos dígitos, todos —o casi todos— depositaban sus esperanzas en el flamante Presidente Barack Obama. ¿Debía intervenir el Estado? ¿Hasta dónde se justificaba el déficit a cambio de reactivar el motor? ¿Quién era el culpable? Obama lo tenía claro:
Por años, demasiados ejecutivos de Wall Street tomaron decisiones peligrosas e imprudentes reprendió en su asunción en enero de ese año. Políticos despilfarraron el dinero de los contribuyentes sin inteligencia ni disciplina.

Sólo un hombre con determinación podía cambiarlo todo:
¡Lanzaremos un esfuerzo sin precedentes para eliminar el gasto ineficiente e innecesario! —arremetió la esperanza negra demócrata.

Tan solo diez meses más tarde, Obama redecoró los salones de la Casa Blanca como El País de las Maravillas un eufemismo innecesario y organizó una fiesta de Halloween como jamás se había visto en la mansión de gobierno con Chewbacca, el Señor Oompa Loompa y el Sombrero Lococomo invitados. Los originales, claro.

Hubo ponche de frutas servido en tubos de ensayo y bizcochos y merengues con formas de esqueletos. Johnny Depp, en su papel de psicodélico guía de Alicia, ofició de maestro de ceremonia parado sobre una mesa de té. Había un muñeco gigante del conejo obsesivo de la fábula de Lewis Carroll y otro de Jack Skellington, el protagonista animado de El extraño mundo de Jack. Por supuesto, Tim Burton también dijo presente.

El actor Deep Roy, disfrazado como uno de los enanos clonados y subexplotados del libro Charlie y la fábrica de chocolates que Burton llevó al cine, se paseó por los pasillos redecorados como un set de filmación. Y se sacó fotos con todos, hasta con el perro presidencial Bo. En plena recesión, ¿qué parte no congeniaba con la de “gasto ineficiente e innecesario”?

—Quizás no le hayamos avisado a todo el mundo que Johnny Depp iba a venir, pero tampoco anunciamos a Chewbacca —se enojó el vocero de la Casa Blanca Eric Schultz cuando la periodista Jodi Kantor sacó a la luz la fiesta privada en su libro The Obamas.

Cierto es que hubo fotos, como alegó el responsable de prensa, pero la gestión Obama se las ingenió para esconderlas. Quizá pensaron con buen tino que tanta parafernalia podía herir la susceptibilidad de algunos millones de estadounidenses desempleados y con sus casas hipotecadas. Aunque Schultz puso como ejemplo de “transparencia” informativa a dos portales que publicaron la participación de Burton y Depp en el banquete para familias de militares The Nashvielle Tennessean y el sitio JohnnyDeppNews.com—aún hoy no hay retrato completo de la fiesta en la web oficial, ni fotos de Sombrero Loco y Oompa Loompa. Tampoco figuran en el registro de ingreso los nombres de los actores. Según la explicación oficial, los artistas no se inscriben en la lista de visitas cuando acuden a trabajar. Si no, los registros de la gestión Obama parecerían la alfombra roja de los premios Oscar.

Sesiones de lectura de poesía y rap; happy hours bipartidarios; Superbowl en pantalla gigante comiendo pizza, hot dogs y helados; shows musicales con B.B. King, Justin Timberlake, Queen Latifah, Stevie Wonder, Cindy Lauper y glorias de Motown, el legendario sello de música popular de Detroit. Festivales latinos. Un homenaje al soul y otro al blues de Memphis. Un “Saludo a Broadway”. Conciertos de jazz. Un tributo a la danza. Honores a Sir Paul McCartney con el comediante Jerry Seinfield, Elvis Costello, los Jonas Brothers, Herbie Hancock, el pianista chino Lang Lang y la estrella country Faith Hill

Robert Cox / 30 años de democracia
El futuro, nuestro tiempo ausente


Era una época de esperanza democrática cuando aterricé en Argentina, el 4 de abril de 1959. La elección de Arturo Frondizi tras tres décadas del predominio de gobiernos anti-democráticos prometía una eventual evolución hacia un gobierno representativo, a pesar de la proscripción del movimiento Peronista, que parecía ser una bomba lista para estallar si no era desactivada. La democracia de Frondizi, inteligente pero vulnerable, y peligrosamente limitada, era una flor muy delicada como para subsistir.


En 1959 y 1960 aprendí mucho sobre dictaduras y democracia. Trabajaba como editor en el Buenos Aires Herald, y elaboraba informes para la revista Time. Mi jefe era Piero Saporiti (…)Saporiti había sobrevivido a la dictadura de Benito Mussolini y había escrito un libro sobre el tema. Lo primero que me enseñó fue a reconocer que el fascismo estaba vivo y en buen estado en Argentina, y se llamaba peronismo. 

Me explicó también el nocivo legado dejado por las dictaduras. El problema, decía, era que el periodismo estaba minado de reglas dictatoriales. Y explicaba, que cuando un país sufrió durante muchos años una dictadura, los periodistas se hacen perezosos. Se acostumbran tanto a hablar únicamente de la historia oficial que continúan en ese marco inclusive cuando las restricciones a la prensa son levantadas. Entonces entendí que esa era la razón por la que los periodistas que presenciaron la primera conferencia de prensa gubernamental en la que participé no tomaron notas. Estaban esperando la gacetilla, el folleto oficial. Este no se repartió hasta que la conferencia no terminó, para que los periodistas no se fueran antes de que lo hiciera.

El conde Saporiti me explicó su teoría sobre la naturaleza repetitiva de la política argentina, relacionando al país con el concepto de una calesita. Eso, en efecto, fue una verdad absoluta durante los años 60 y 70. Como periodista joven, recuerdo cubrir más de treinta intentos de derrocar a Frondizi antes de que se lo removiera del cargo por militares. Fue la previa de, una vez más, otra intervención militar.

Conocí el interior de la Casa Rosada más que nada cubriendo golpes militares, en lugar de hacerlo realizando visitas a la Casa de Gobierno para entrevistar ministros y presidentes. Creo que los argentinos han sufrido demasiado durante las décadas de dictadura que llevaron a la reciente tiranía del horror, de 1976 a 1984, y también durante la época de violencia guerrillera y terrorista que le precedió, como para aceptar un regreso al país calesita. En las elecciones del 27 de octubre, veo un pequeño riesgo de regresar (una vez más) a ese volátil círculo, con medidas autoritarias que repiten los errores del pasado.

La tarea de entender a la Argentina es fascinante. No sólo disfruté aprender sobre los treinta años de democracia a través los diecinueve ensayos de este libro, sino que he fortificado mi optimismo sobre el futuro. Tomas Abraham escribe: “El futuro, hermosa palabra. Nuestro país no termina con el kirchnerismo.”

Entonces decide hacer un riguroso análisis de la realidad, para concluir: “Pero hablemos del futuro, nuestro tiempo ausente. Argentina es una reserva natural en un planeta que se agota. Agua dulce, tierra fértil, minerales estratégicos, energía, plataforma submarina con riqueza pesquera. Esta inmensa riqueza ha permitido que se organice una economía extractiva. Se chupa lo que hay. Se contamina el agua, se malgasta energía, se desertifican los suelos, y se deja contrabandear la pesca. Por eso es necesario que se piense al país con visión de futuro. Como lo hicieron algunos grandes de nuestra historia. Fuimos un país en el que millones de habitantes vinieron a ‘poner’, dinero, trabajo, ideas, proyectos, esfuerzo, en el que poco y nada se pedía salvo trabajo, libertad y paz. Nuestros padres y abuelos vinieron de lugares de hambre, persecución y guerra. Ese país tenía futuro”




Martin De Ambrosio / Mentes brillantes en cuerpos enfermos
Genios atrapados en cuerpos castigados 
Es probable que el evolucionado Charles Darwin (1809-1882) sea el científico más enfermo entre los científicos enfermos, el más crónico. No obstante, vivió 73 años, nada mal para el siglo XIX. Pero fueron unos años realmente penosos. O al menos él parece haberlos vivido así, según los diversos testimonios que lo han sobrevivido.

Sobre todo, después de su formidable viaje alrededor del mundo, que comenzó cuando tenía 22 años y duró casi cinco. Fue tan intensa la experiencia que no volvió a salir de su Inglaterra natal ni se subió ya más a barco alguno: había visto todo lo que un naturalista tenía que ver y dedicó las siguientes dos enfermizas décadas a analizar esa información y a redondear una teoría que cambiaría para siempre el modo en que los humanos se ven a sí mismos, entre las múltiples revoluciones que desencadenaron sus ideas.

Darwin tenía múltiples síntomas que indican graves problemas de salud, como él mismo dejó anotado en varias ocasiones. Por ejemplo, una vez escribió: ”Edad, 56 o 57. Desde hace 25 años, extremas flatulencias espasmódicas diurnas y nocturnas. Vómitos eventuales, en dos ocasiones, de un mes de duración. Los vómitos están precedidos por escalofríos, llanto histérico, sensaciones de muerte o estados de semidesvanecimiento, además de una abundante orina de color muy pálido. Antes de cada ataque de vómito o descarga de flatulencia, zumbido en los oídos, vértigo, perturbaciones de la visión y puntos negros delante de los ojos. El aire fresco me fatiga. Especialmente peligroso, produce los síntomas en la cabeza”.

El tiempo consignado, esos 25 años, es más o menos el que le demandó la realización de su obra cumbre, una de las obras cumbres del pensamiento, El origen de las especies, que publicó en 1859. Sin embargo, aunque los peores síntomas se le desencadenaron poco después de haber desembarcado del HMS Beagle, le duraron el resto de su vida.

Darwin anduvo de médico en médico, incluso recaló en clínicas de tinte heterodoxo ante la falta de respuestas de la ortodoxia médica de entonces. Pero no encontró nada que pudiera aliviarlo en forma definitiva. Peor aún: los numerosos médicos ni siquiera acertaron a darle un diagnóstico que explicara qué diablos ocurría en su organismo.

Durante algún tiempo –era 1849– se internó en una clínica de de Malvern, cerca de Gales, donde el doctor James Gully practicaba una novedosa terapia con aguas termales desarrollada en Graefenberg, Alemania. En realidad se trataba de que los pacientes sudaran la gota gorda, literalmente, o fueran sometidos a exposiciones prolongadas de agua fría, dietas y otros regímenes al parecer del mismo modo insolventes.

Gully diagnosticó dispepsia nerviosa. Darwin le creyó a Gully, salvo en la parte de las medicinas homeopáticas que le suministraba (aunque las tomaba, creía que la dilución era tanta que era químicamente ridículo pensar que quedaría algún principio activo). Volvió a su casa y siguió los consejos del médico pero, como anotó, al poco tiempo volvió a sentirse mal. En 1852 abandonó definitivamente el tratamiento, convencido de que servía para relajarlo y poco más (…)

Leonard, el octavo hijo de Darwin, contó alguna vez que por momentos estaba charlando tranquilamente con papá Charles y de pronto el mundo se detenía y tenía la impresión de que su padre estaba a punto de morir. Emma contó en su diario que luego de una visita del eminente geólogo británico Charles Lyell, Darwin entró en un largo período de llanto histérico. Este comportamiento que se repetía con distinta intensidad ante viajes cortos, ante la participación en alguna reunión científica o simplemente cuando le extrajeron un diente a su hijo George. Colp también relaciona los vómitos y la anorexia de Darwin, cuya descripción de puño y letra del biólogo se cita (en el libro), con la falta de apoyo de Lyell a su teoría evolutiva.

No hay comentarios :

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...