9 ene 2010

Los archivo Secreto Vaticano I


Benedicto XVI alaba el "servicio desinteresado y ecuánime" del Archivo Secreto Vaticano “alejado de estériles y a menudo débiles visiones históricas de parte” y ofreciendo a los investigadores material documental ordenado con seriedad y competencia.

<<¡Cuánto anhelaba trabajar entre las obras maestras que recorren la historia de la humanidad y del cristianismo!» En su visita a la Biblioteca Apostólica y al Archivo Secreto Vaticano esta mañana, Benedicto XVI ha destacado la apertura a investigadores de todo el mundo, sin distinción de religión y cultura.

También en esta visita, el Papa ha anunciado que ha nombrado presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso al cardenal Jean Luis Tauran, hasta hoy Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana. Le sucede Mons. Raffaele Farina.

Benedicto XVI ha realizado esta mañana una visita a la Biblioteca Apostólica Vaticana y al Archivo Secreto Vaticano. «Dos instituciones que, por el importante servicio que brindan a la Sede Apostólica y al mundo de la cultura, cuentan con una merecida y especial atención por parte del Papa», como ha destacado el Santo Padre que, además - en el curso de esta visita - ha anunciado que ha nombrado Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso al cardenal Jean Luis Tauran, que, hasta este lunes, era Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana.

Asimismo, el Papa ha dado a conocer el nombramiento del nuevo Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, en la persona de Mons. Raffaele Farina, promoviéndolo al mismo tiempo a la dignidad arzobispal. Hasta la fecha, era Prefecto de la Biblioteca Apostólica Vaticana, cargo que el Pontífice encomienda ahora al que fuera Vice-prefecto de la Biblioteca Ambrosiana, Mons. Cesare Pasini.

Tras reiterar su profundo aprecio por «el singular servicio que brindan a la Iglesia y, en especial al Papa», Benedicto XVI ha destacado también la acogida que la Biblioteca Apostólica Vaticana y el Archivo Secreto Vaticano ofrecen a los investigadores de todo el mundo: «En el curso de los siglos, la Biblioteca Vaticana ha asimilado y afinado esta misión suya con una característica inconfundible, hasta llegar a ser lo que es hoy: una acogedora casa de ciencia, de cultura y de humanidad, que abre sus puertas a estudiosos provenientes de todos los rincones del mundo, sin distinción de proveniencia, religión y cultura. Vuestra tarea, queridos amigos que cotidianamente trabajáis aquí, es la de custodiar la síntesis entre cultura y fe, que mana de los preciosos documentos y tesoros que custodiáis, de los muros que os rodean, de los museos que tenéis cerca y de la espléndida basílica que se ve resplandecer desde vuestras ventanas».

Benedicto XVI ha señalado que conoce muy bien, asimismo, el importante trabajo que se desarrolla en el Archivo Secreto: «Conozco muy bien además el trabajo que se lleva a cabo, con humilde y casi escondido empeño cotidiano, en el Archivo Secreto, meta de tantos investigadores provenientes del mundo entero: en los manuscritos, menos solemnes de los ricos códigos de la Biblioteca Apostólica, pero no menos relevantes por su interés histórico, ellos investigan sobre las raíces de tantas instituciones eclesiásticas y civiles. Estudian la historia de tiempos lejanos y recientes, pueden delinear los rasgos de figuras ilustres de la Iglesia y de la civilización y hacer conocer mejor la obra multiforme de los Pontífices Romanos y de tantos Pastores».

Destacando el interés demostrado por enteras generaciones de historiadores de todo el mundo que han consultado el Archivo Secreto Vaticano, el Papa ha recordado que diversas naciones europeas han fundado en la Ciudad Eterna especiales institutos culturales para profundizar en los importantes documentos que se conservan en este «tan antiguo y rico cofre de la Iglesia de Roma».

No sólo para investigar sobre periodos lejanos, sino también sobre épocas más cercanas, ha señalado Benedicto XVI, recordando el gran interés suscitado por la apertura, que él mismo decidió el año pasado, de los documentos del pontificado de Pío XI.

Alabando luego el servicio desinteresado y ecuánime que el Archivo Secreto Vaticano ha ofrecido - «manteniéndose alejado de estériles y a menudo débiles visiones históricas de parte y ofreciendo a los investigadores, sin preclusiones y prevenciones, el material documental en su posesión, ordenado con seriedad y competencia», el Papa ha mencionado las manifestaciones de aprecio y estima de Institutos culturales y de investigadores particulares de diversas naciones. En particular, Benedicto XVI ha contado que él mismo tenía el anhelo de poderse dedicar a la investigación de estos documentos que atesoran la historia de la humanidad y del cristianismo: «Confieso que, al cumplir mis setenta años de edad, hubiera anhelado que el amado Papa Juan Pablo II me concediera poderme dedicar al estudio y a la investigación de los interesantes documentos y hallazgos que custodiáis con esmero, verdaderas obras maestras que ayudan a recorrer la historia de la humanidad y del cristianismo. En sus diseños providenciales, el Señor ha establecido otros programas para mi persona y heme aquí, hoy, entre vosotros, no como apasionado investigador de antiguos textos, sino como Pastor llamado a alentar a todos los fieles a cooperar en la salvación del mundo, cumpliendo cada uno la voluntad de Dios, allí donde él nos coloca para que trabajemos».

En su discurso, el Santo Padre ha recordado que, como es sabido, la Biblioteca Vaticana se apresta a afrontar importantes obras de restauración y ha terminado sus palabras recordando que los que trabajan en esta institución y en el Archivo Secreto tienen el cometido de realizar su vocación cristiana en contacto con ricos testimonios de cultura, de ciencia y de espiritualidad.

A los que cumplen este importante servicio al público y a los organismos de la Curia Romana, en el que cuentan también con avances técnicos e informáticos, Benedicto XVI los ha exhortado a considerar su trabajo como «verdadera misión, desarrollándola con pasión y paciencia, amabilidad y espíritu de fe». Preocupándose siempre por «ofrecer una imagen acogedora de la Sede Apostólica, con la conciencia de que el mensaje evangélico pasa también a través del coherente testimonio cristiano».

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